UN LENGUAJE PROPIO: COMPAÑÍA TRASLACIÓN

La escritora Virgina Ventura habló con los integrantes de la propuesta circense de La Plata, "Compañía Traslación", que se presentaron en el nuevo parador "Ribera Vivo".

—En este momento, es cuando te preguntás ¿por qué elegí vivir de esto?‒ en el galpón en el que tienen que ensayar (por lo general el circo se ensaya en galpones) hace mucho calor. Es pleno verano y la humedad de la pampa del sur cordobés, que no dista mucho de la santafesina, mata. Están cansados porque temprano dieron un seminario/taller de parada de manos. Durante dos días, un grupo de adeptos a las artes circenses nos reunimos a hacer verticales. Cualquiera puede hacer circo, siempre hay una disciplina para tu cuerpo y tus habilidades, esa es la hermosura de este trabajo físico para Dan. La historia escénica de Villa María está muy vinculada al circo, por eso no parece casual que Compañía Traslación haya iniciado su gira por Córdoba y San Luis en esta ciudad. Diego Leandro Bailén viene del ambiente del teatro, del clown, aunque siempre hizo acrobacia, no se dedicaba de lleno. Dan (sí, se llama realmente Dan) Rovetto es profe de educación física, ahí descubrió el circo y, como Dios atendía sólo en Buenos Aires, dejó su Córdoba natal para ir a estudiar allí. Hoy viven de esto, de actuar y de dar clases vinculadas a la escena, al teatro y al circo. En La Plata, se encuentra Compañía Traslación, donde dictan talleres y realizan espectáculos de circo y teatro independiente.

Fusión de lenguajes

Diego estaba en la exploración del mundo de las acrobacias y conoce a Dan, juntos, empiezan a intentar fusionar sus artes. “Que no sea ni circo-circo, ni acrobacia-acrobacia, ni teatro, ni clown” dice Diego. Empezaron a fusionar los lenguajes, sin querer poner a ninguno delante del otro. “Ahí creo que empezamos nosotros a crear nuestro propio lenguaje. Esta obra que trajimos, es un poco eso, el resultado de esa mezcla”. En el medio, iban pasando por extremos, la obra se volvía demasiado teatral o demasiado de circo. Pero de a poco fueron dándole la cuota justa de cada cosa.

—Por ahí ‒dice Dan‒, en el lenguaje más purista, uno de los dos quedaba por fuera. Sentía: no es tanto lo que yo hago, lo que yo armo. Entonces le pedíamos al otro. Y en eso aparece este híbrido‒. La compañía tiene diversos espectáculos tanto de teatro como de circo contemporáneo, tiene propuestas para sala o para calle y espacios abiertos. A Bagagem es una propuesta que puede hacerse tanto en la calle como en una sala. Pero eso implica grandes cambios de energía. El espacio de Ribera Vivo es abierto, pero no deja de ser un parador, haciendo que el espectáculo no sea del todo de calle, pero tampoco como en la sala.

Circo viajero

Diego y Dan acostumbraban a hacer gira por la costa pero por primera vez decidieron no armar temporada en un lugar y salir de viaje, entonces, equiparon la camioneta para no necesitar hospedaje, poder dormir ahí y armar un comedor y emprender la aventura del circo nómade, viajero. 

Dan es nacido en Córdoba capital, y pensó: ¿Por qué no? Empezó a contactar gente conocida de Córdoba, entre ellas, María Balanza. “Bali, como le dicen, nos abrió las puertas de Villa María. Nos ayudó a gestionar el taller para abrir un poco a la comunidad, que no sea solamente una función, sino que el circo circule y la información del circo circule”. Para Dan, la democratización del circo es fundamental y destaca que hoy las universidades públicas dicten carreras especializadas. Eso hace que empiece a tener otro alcance y otra importancia a nivel social y deja de ser de pocos para pocos. “La movida del circo es una movida en expansión en el país”, destaca. Para Diego, la institucionalización de esa formación es fundamental. En eso, el teatro tiene un terreno ganado, hace muchos años que la formación teatral está institucionalizada. Hoy el Instituto Nacional del Teatro está incorporando al circo.

—Es re loco porque históricamente nace al revés‒ explica Dan‒. Al teatro lo apaña el circo y le dice “acá hay un lugar para vos” y el teatro estando dentro del circo empieza a institucionalizarse, y el circo, de carácter más renegado, viene luchando con todo eso y ahora viene haciendo un par de pases y alianzas que hace que pueda tomar fuerza. Porque, quieras o no, esos son reconocimientos sociales que empujan.

—Nosotros organizamos la Convención de Circo de La Plata desde hace ocho años‒ dice Diego‒. El espíritu de la convención es poder realizar alianzas, conocer gente de otros lugares, poder expandir el lenguaje, enriquecerse de otros saberes, poder moverse en otros circuitos, poder incrementar en ese sentido, que creo que el teatro lo tiene. Hay miles de Festivales de teatro. Poder generar ese espacio para el circo es super interesante‒. Para Diego, esta democratización del circo permite que el circo sea una opción de trabajo, brinda la posibilidad de elegir vivir de eso‒. Para nosotros es nuestro trabajo, es lo que nos da de comer, y para mí poder decir eso es un montón. Yo, hace seis años, laburaba en una oficina. Siempre haciendo teatro, pero lo que me daba de comer era otra cosa. Hasta que un día dije: Ya está. No me da más la cabeza para esto, estoy totalmente deprimido atrás de un escritorio y quiero vivir de lo que me gusta‒. Ese día, Diego dejó todo y pudo, puede. Vive de lo que ama‒. No es imposible. Hay que laburar, pero ¿qué más lindo que laburar de lo que te gusta?

—Particularmente vengo de la educación física,‒ dice Dan‒ donde el trabajo es un poquito en cada lado, eso me ayudó a entender que el circo era también así. Que tengo que ir gestionando un poco acá mientras voy gestionando otra cosa, y que tengo dos o tres espectáculos no uno solo. Me fue ayudando a acomodarme, siempre de la mano de compañeros que hacen que eso sea posible‒ y ocupándose de la burocracia, y resolviendo la gestión, lo lograron. 

A Bagagen en Villa María

Dan y María estudiaron juntos circo en la UNSAM, por eso ella se convirtió en la referente que les permitió armar la movida para que el taller sucediera, para poder compartir lo que saben. “La verdad es que laburó un montón, María” dice Diego.

—Es un referente de nuestro lenguaje. Ella estudió cine, estudió circo, tiene un montón de información y también a la gente que nos acercó tiene que ver con esas búsquedas, del palo del circo, pero no sólo del circo. Alguien que busca un poco más que la acrobacia‒ dice Dan.

Es de noche y Ribera Vivo está lleno de gente de todas las edades, hay una feria en el espacio y los protagonistas hablan detrás de un escenario que viaja con ellos en la camioneta. Toda la obra (vestuario, pista, patas, sonido inalámbrico a batería, escenografía) cabe en un valijón grande, pero al verla montada, parece imposible. La pueden hacer en cualquier lado, es una obra viajera. Lo único que hay que buscar es el público. Es para toda la familia y tiene la capacidad de adaptarse tanto al espacio como a la gente.

Paco (Dan) y Manolo (Diego) son dos españoles que enfrentan las vicisitudes de llevar adelante un espectáculo de circo. Los problemas simples: conseguir los elementos, que el sonido funcione, que el vestuario esté listo. No todo se ficcionaliza desde la experiencia pero algunos de estos pormenores surgen de lo vivido.

—Ahora, hablándolo‒ dice Diego‒, me doy cuenta, nos reímos del proceso nuestro, poniéndolo en escena de una manera cómica. 

La obra, al tener mucha acrobacia, está muy guionada, muchas cosas tienen que suceder de la manera pautada, porque la acrobacia implica un riesgo. Por eso ensayan en ese galpón caluroso, porque llevan un tiempo sin realizarla y no hay lugar para equivocarse. Aunque hay cierto espacio para la improvisación y eso enriquece mucho la experiencia del espectador. En parte, por la interacción con el público; en parte, porque, al ser un espectáculo callejero, pueden ocurrir cosas. Como las hormigas voladoras que plagaban la costanera y el escenario de Ribera Vivo esa noche. 

Dos voces españolas prueban sonido y llaman al inicio de la función, en cinco minutos, en diez minutos y ahora “damas y caballeros, niños y niñas, y hormigas voladoras” inicia el espectáculo. La improvisación le da vida a la obra. Y a continuación, empieza una muestra magnífica de destreza física que llama mucho la atención, una coreografía acrobática impecable que emula la torpeza de Manolo y de Paco. Pero el ida y vuelta con el público es la constante que crea la magia.

—Ese momento que pasa ahí‒ dice Diego‒ que no se vuelve a repetir. Una mirada, una risa, una complicidad‒ o una rama de árbol que se rompe‒. Incluso tenemos un momento participativo, en el que entra alguien del público. Es parte de la naturaleza del circo de calle el ser abierto. Se puede jugar un poco más a la intimidad, pero al tener un circo en un espacio abierto necesita que la comunicación también sea abierta. Porque hay cosas, hasta del clima, que nosotros usamos en la función. No es lo mismo un día caluroso que un día que llovió. Es información que nosotros la tenemos porque es parte del cotidiano‒ como las hormigas voladoras de las que se quejaba todo el mundo en el camino desde que bajé el puente hasta que llegué a Ribera Vivo. Esas hormigas voladoras merecen ser saludadas porque son parte de ese cotidiano, se hacen parte de la obra y se convierten en risas cómplices, en nuevas vicisitudes de poner un espectáculo callejero en escena. 

“Pienso en el arbolito y lloro de la risa” me escribe Érica, una artista local que presenció el espectáculo. En una demostración con látigo, una escena muy difícil de ejecutar en la calle porque el látigo de verdad es poderoso, Paco solicita un león que Manolo no ha podido conseguir en Villa María, incluso “le pedí a la Vampi” (yo) dice, y ante la carencia recurrió un gorro de león que se pone en la cabeza. Entonces Paco decide proceder con una demostración, y sin darse cuenta, hasta que ya es tarde, porque los niños le avisan, de un latigazo, había cortado una rama de dos metros un arbolito recientemente plantado. A partir de entonces, la rama se incorpora a la obra. El espectáculo se eleva. Las risas se elevan. Manolo y Paco discuten, pelean ahora por la rama del arbolito cortada. Pero tienen que seguir con la demostración del látigo. Piden un participante del público. Levanto la mano, me han interpelado y siento que sí, me corresponde. Manolo me advierte: “¿Estás segura? Mirá lo que pasó con el arbolito”. Y más vicisitudes se suman a la obra: Dan tiene ojos vendados y el látigo en la mano y está listo, pero un perrito se cruza y no se va, un niño se cruza y los padres que no aparecen, así hasta que finalmente pega el latigazo, pero tendrán que salir a buscar la obra a Merlo, a Córdoba capital, a las Sierras Chicas o esperar a que vuelvan (la posibilidad está) a cerrar la temporada a la ciudad. Me despiden del escenario y, como premio por mi valentía, me obsequian la rama de dos metros del arbolito y me vuelvo a mi lugar con ella. Una niña se me acerca cuando todo terminó: “¿Vos eras la que estaba en el escenario?”. “Sí” le digo. “¿Qué hiciste con el arbolito?”. Le digo que quise plantarlo como me recomendaron, pero no funcionó. La improvisación se había vuelto una parte importante de la historia, un problema dentro de una obra basada en los problemas de poner una obra de circo en escena. Y la realidad y la ficción se han vuelto una. Me despido de Dan y Diego, ya no son Paco y Manolo. Mi sobrina me está acompañando, escucha nuestra charla sobre el pobre arbolito y mientras volvemos a casa me dice: “Flashé que eran españoles”.

Nota por: Virgina Ventura.

Foto por: María Balanza.