ERNESTO ARDITO: «ROMPEMOS LA BARRERA DEL TIEMPO Y EL ESPACIO»
Hablamos con el realizador audiovisual protagonista del conversatorio por los 44 años de La Noche de Los Lápices.
Este miércoles 16 de septiembre a las 20 hs. los realizadores audiovisuales Ernesto Ardito y Virna Molina serán los protagonistas del evento virtual “Conversaciones en los Espacios INCAA” organizado por el Espacio INCAA de Villa María, en este caso en conmemoración por los 44 años de “La Noche de los Lápices”.
En este evento el Espacio INCAA Villa María cuenta con el apoyo de la Secretaría de Educación, Cultura y Promoción de la Ciencia de la Municipalidad de Villa María y contará con la presencia del artista local Sergio Stocchero y de referentes de la Coordinación de Juventud del Municipio y del programa Concejo Deliberante Estudiantil.
El ciclo “Conversaciones en los Espacios INCAA” se transmitirá en la fanpage de Facebook: Espacio INCAA Villa María.
En tanto unos días después, el sábado 19 a las 22 hs., se emitirá por Televisión Pública: “Sinfonía para Ana”, un largometraje de ficción estrenado en salas cinematográficas en 2017, dirigido por Virna Molina y Ernesto Ardito, y logró mantenerse seis meses en cartel a pesar de ser una propuesta independiente con una estructura de publicidad pequeña.
Raymundo (2003), Corazón de fábrica (2008), Memoria Iluminada (2008), Moreno (2013), Alejandra (2013) y El futuro es nuestro (2014), componen la propuesta audiovisual de la pareja Molina-Ardito. Temáticas como el fascismo en Argentina, la dictadura militar, el crimen de Mariano Moreno o la vida de la poeta Alejanda Pizarnik se hacen presentes en una trayectoria documental, que les permitió incursionar, con “Sinfonía para Ana”, en su primer largometraje de ficción. Pero incluso en esta instancia de su carrera, los artistas no toman distancia de la realidad.
El film se basa en hechos reales, tomando como pilar la novela homonimia de Gaby Meik. En 1976, el Colegio Nacional de Buenos Aires -como tantos otros centros educativos secundarios del país- sufrió el ataque del Terrorismo de Estado, dejando como testimonio el vació que refleja la desaparición de 108 personas.
La opera prima de la escritora emocionó y conquistó a toda la familia de Virna y Ernesto. Entonces se embarcaron en la árdua tarea de llevar adelante un punto de vista adolescente de hechos tan trágicos como los sucedidos en el Nacional de Buenos Aires. El resultado es “Sinfonía para Ana”, una imperdible experiencia audiovisual con sello independiente, que llama a viajar a otro tiempo, otro espacio y otros zapatos. Un recorrido que quizás no estemos acostumbrados a vivenciar.
En diálogo con Revista WAM, Ardito se refirió a su particular metodología para hacer cine fuera de las paredes de la industria; a las posibilidades de un séptimo arte propio e independiente; y a las tendencias en la producción audiovisual actual, donde las súper estructuras parecen condicionar la creatividad y recaer sobre el valor artístico.
Entrevista a Ernesto Ardito por Roque Guzmán.
-¿Cuál es la valoración de eventos como el Conversatorio de este miércoles?
-Es una muy buena idea de Espacios INCAA. Dentro de los espacios libres que nos deja la pandemia, es un tiempo de reflexión. Permite ese intercambio directo entre el espectador y las personas que hacen cine. Le da una subjetividad diferente a lo que es el encuentro entre el espectador y el cine nacional. Generalmente muchas personas reciben las películas, pero no todo lo que hay detrás; cómo nace un proyecto, cómo se desarrolla y por qué se elige cada historia.
-En “Sinfonía para Ana”, trabajaron la temática de los ’70 en Argentina, pero con una historia de adolescentes, ¿cómo abordaron el proyecto?
-“Sinfonía para Ana”, particularmente cuenta puertas adentro lo que fue el Colegio Nacional de Buenos Aires en los años ’70. Un colegio muy politizado que sufrió el embate del Terrorismo de Estado, con 108 alumnos desaparecidos. En ese contexto, abordamos la subjetividad de una adolescente en esta época, pero desde el punto de vista de una chica de 15 años. Prácticamente no se ha abordado. Más allá de la política, cuál era ese cotidiano, la amistad, el amor, la música y la cultura. Es como un túnel del tiempo que permite a la generación actual poder entrar en contacto directo con las chicas y los chicos de ese momento; qué era lo que sentían, cómo vivían el mundo, cómo se percibía ese contexto. Todo era muy diferente, había tabúes en cuanto a lo moral y lo sexual.
-¿Y cual es la reacción del público que ve la película?
-A veces cuando van padres e hijos a verla, y que en sus familias a veces no pueden contar lo que fue vivir esa época, la película les permite tener un disparador con la memoria emotiva. Genera unas charlas muy interesantes. Es bueno que el cine también cumpla esa función.
-Virna y vos tienen una trayectoria de 17 años realizando documentales, ¿cómo fue adentrarse en el mundo de la ficción audiovisual?
-Para nosotros marcó una diferencia muy grande, pasar del documental a la ficción. Es verdad que “Sinfonía para Ana” está destinada principalmente a un público joven, adolescente, que al documental le escapan muchísimo porque lo asocian con algo aburrido, tedioso y discursivo. Pero la ficción es entrar a un mundo mágico y ahí encontrar la realidad. El público se conectó mucho con la película para narrar los ’70 desde ese lugar, y no tanto con los documentales.
-Una ficción muy documental…
-Justamente, no es una película común a nivel industrial. Al contar una historia real basada en hechos reales, quisimos trabajar con esa frontera que hay entre documental y ficción. El documental desde lo directo. Quisimos trabajar en el espacio real en el que habían sucedido los hechos. Fue la primera vez que se permitió filmar dentro del colegio. Hicimos el casting con alumnos y ex alumnos del colegio, o con alumnos de otro colegio, pero que hubieran participado en centros de estudiantes. Esto le dio una fuerza muy grande al rodaje. Había una carga mucho más fuerte que el hecho mismo de filmar una película.
-La metodología que llevan adelante junto a Virma es muy particular. ¿Cuál es la clave para hacer cine de esta manera?
-Tenemos un método de trabajo que consiste en generar un grupo de técnicos y colaboradores que nos acompañan durante toda nuestra vida, prácticamente. A veces modificamos mucho en el momento del rodaje porque percibimos modificaciones que sabemos que van a ser mejor. Todo el tiempo estamos repensando la película y eso necesita una producción muy libre y autónoma. Nosotros mismos somos nuestros productores para poder trabajar de esa manera. Los colaboradores son, incluso, familiares. El director de fotografía es Fernando Molina, hermano de Virma. Isadora, nuestra hija, venía trabajando con nosotros en los documentales.
-¿Cómo fue adaptarse a la ficción?
-Es todo una gran química cuando los actores empiezan a reproducir el drama en el medio del set. Viniendo del cine documental, tenemos cámaras documentales. Es como si tuviéramos la posibilidad de viajar en el tiempo y colocar una cámara en un lugar en el que nunca se pudo. Eso es la respuesta que tiene “Sinfonía para Ana” cuando uno la ve en imagen. Parece documental, pero a la vez es una ficción, pero con la fuerza del realismo de llevar al espectador dentro del drama. Esto es lo que permite esa técnica de no ser tan dogmático en cuanto a lo industrialista del cine.
-Las temática comprometidas que tratan en sus audiovisuales, siguen una línea. En ese sentido, ¿cómo es la búsqueda de historias?
-El ser humano siempre es el mismo. La condición humana permanece en el tiempo, cambia el contexto quizás. Entones, tratamos de conectar desde nuestras cámaras, nuestras ópticas y nuestra sensibilidad para que las personas que ven la película puedan ponerse en la piel de quienes vivieron en aquellos años y atravesaron esos momentos. Es una química que se genera en el set de rodaje, es un aislamiento mental para poder estar filmando como si realmente estuviéramos viviendo en ese momento. Es lo que queremos lograr con nuestro cine, romper la barrera del tiempo y del espacio.
-Los espacios tienen gran importancia en los audiovisuales que realizas junto a Virna. ¿Cual es el valor que le dan a esos espacios?
-A veces hay elementos que son invisibles a lo que se percibe delante del cuadro de una película que tiene que ver con captar algo que está más allá de la situación y la acción en sí mismas. Para mí, tanto los objetos como los espacios tienen su propia memoria, su propia energía que transmite algo, una emoción al espectador. Cuando uno puede activarlo y que estén en forma integral en la acción, eso es muy fuerte.
-¿Se trata de un cine de la memoria?
-Si uno trabaja como con esa estética de la memoria, porque uno cuando recuerda no recuerda todo, sólo los fragmentos que más te impresionaron. Recordás gestos, miradas, la reacción de alguien, un objeto particular. La idea es con el cine, poder construir ese collage y que ese plano general lo complete el espectador. Un poco es lo que aprendimos nosotros del cine documental. Tratamos que no todo esté expuesto al mismo momento en la pantalla, sino que el espectador lo vaya construyendo. No darle todo servido. El mundo se interpreta, no viene todo explicado.
-¿Es muy complicado producir el cine que hacen?
-Siento que dentro de las personas que hacemos cine en Argentina a veces nos boicoteamos a nosotros mismos. Tenemos la particularidad de tener un Instituto de Cine que nos permite filmar nuestras propias películas independientemente del modelo industrial. Eso quiere decir que los cineastas argentinos tenemos la libertad de contar la historia que queremos, del modo que queremos. Lo único que nos pide el Instituto es que tenga cierta calidad. A partir de ahí, por qué nosotros tenemos que copiar un modelo industrial que viene de otro lugar. Por qué no nos concentramos en contar nuestras propias películas, nuestras propias historias y desde el método que nosotros generemos, el dispositivo que queremos de forma independiente.
-¿Como ves la actualidad del audiovisual?
-Miremos las películas producidas por Netflix, pero hechas por muchos directores y personas. Parecen hechas por la misma persona. La compañía productora modela y se mete en el proceso creativo de la película, y es lo peor que podría pasar. Ahora se produce mucho de esa manera. Hasta hay ideas o guiones que se producen a partir de los algoritmos de Internet, de las redes. Se va perdiendo mucho el valor artístico. Creo que realmente filmar de forma independiente es un acto de resistencia para crear algo fuera de ese monstruo.
-¿El documental escapa a esa lógica industrial?
-No solo pasa con esa súper estructura, que puede ser Netflix. Lo he vivido en muchos festivales de cine, documental incluso. Las cadenas de televisión se meten en la industria del cine documental. Vas a un festival de cine y ves películas hechas con el mismo corte, mismo tipo de narración y de historia. Casi que es la muerte del cine. Unificar el arte es lo peor que puede suceder.
Por Roque Guzmán.